martes, 23 de octubre de 2018

China, África y el neocolonialismo

África constituye un verdadero campo de batalla geopolítico y económico en este siglo XXI, en el cuál EE.UU trata de recuperar terreno frente a la pujanza global china; como última gran región aún por globalizar, África representa una pieza demasiado valiosa como para renunciar a su dominio.

África, dado su tremendo potencial, puede convertirse en una región de importancia privilegiada en este siglo XXI, ya que la ONU estima que, entre 2018 y 2036, las 10 ciudades que más crecerán en población serán todas africanas. Igualmente calcula que hacia 2050 existirán 2.000 millones de africanos ( el doble que hoy ) y esa cifra se volverá a duplicar en 2100. Hablamos de millones de potenciales consumidores y de las economías de mayor proyección de crecimiento, eso sí, partiendo de unas cifras actuales (2017) donde las tres primeras economías africanas representan aún una ínfima parte del PIB mundial; Nigeria 0.65%, Egipto 0.45% o Sudáfrica 0.42%, según cifras del Banco Mundial. (1)

EE.UU ha decidido recuperar terreno frente al gigante asiático convirtiendo África en otro ámbito más dónde desarrollar su ofensiva económica-comercial contra la expansión e influencia de China, privilegiadamente posicionada en el continente.

Sin embargo, la realidad actual nos lleva a concluir que África constituye una derrota consumada para Washington. De igual forma, ha pasado a la Historia el período en el cuál las relaciones exteriores africanas estaban dominadas por las antiguas potencias coloniales, pese a los esfuerzos de relanzar su influencia protagonizados por Macron, Merkel o Theresa May en forma de giras africanas de escasa relevancia.

No solo EE.UU, China o Europa pugnan; África es ya hoy en día un objetivo prioritario para países como India, Japón, Corea del Sur, Brasil, Malasia, Arabia Saudí o Rusia.

Frente a ésta nueva realidad del siglo XXI , el objetivo histórico de los intentos de control geopolítico estadounidense hacia África siempre fue el acceso a sus recursos naturales y el control de los flujos comerciales a la vez que denegaba ese acceso a potencias adversarias. Una dinámica aplicada a nivel global, y a la que ahora suma la confrontación por su dominio frente a la emergente China.

Y es que África constituye la mayor concentración de recursos naturales aún por explotar, desde petróleo, gas, uranio, tierras cultivables, oro o cobre, hasta minerales de importancia geoestratégica clave como el coltan o las tierras raras (etrl).

En el caso africano, se calcula que apenas un 10% de los beneficios de la explotación de dichos recursos naturales se queda en el continente; en cifras, estaríamos hablando de unos 800.000 millones de dólares en flujos financieros ilícitos extraídos del continente y principalmente ligados a las industrias extractivas, que supondrían un 70% de esa cifra.

¿Neocolonialismo chino?
Los medios de comunicación dominantes en Occidente utilizan recurrentemente el término “neocolonialismo” para calificar las actuaciones chinas en África; cualquier parecido con la realidad sólo existe en sus manipuladoras intenciones.

Si atendemos al concepto clásico del colonialismo, definido como aquel sistema social y económico por el cual un Estado extranjero domina y explota una colonia, imponiendo su control militar, político, económico y social, calificar de éste modo la presencia China en África resulta ridículo.

La doctrina del colonialismo también implica la apropiación de la tierra y recursos naturales, así como la imposición cultural, política y religiosa de los estándares propios de la potencia colonizadora. Ante la evidencia de que no es el caso de China con respecto a África, las verdaderas potencias coloniales históricas ahora recurren al término neocolonialismo para describir lo que los chinos hacen en África.

La fórmula neocolonial se basaría en el control indirecto sobre un territorio mediante el clientelismo político, la dependencia financiera o el imperialismo cultural, ejercidos a través de una selecta élite política y económica que trabaja en favor de los intereses extranjeros para lograr los mismos objetivos que en el colonialismo clásico; no es necesario resaltar que ambas formas de dominación (colonial y neocolonial ) son las que aplican las potencias occidentales como EE.UU o los antiguos imperios coloniales como Gran Bretaña o Francia.

Tras la Segunda Guerra Mundial, y a lo largo de las décadas siguientes, más de 80 antiguos territorios coloniales se independizaron como resultado de los procesos de descolonización, proceso en el cuál fue importante el papel de la República Popular China y del Movimiento de Países No Alineados.

Concretamente en África, China ha contribuido al desarrollo desde la descolonización, siendo acrecentada su presencia en los últimos años, acorde a su despegue económico. Desde 1950, China cooperó con algunos países de África intentando desarrollar su idea de construcción de un “socialismo al estilo africano” que, sin embargo, hubo de enfrentarse al fracaso en muchos de estos países por múltiples y variadas causas.

Pese a los falsos reclamos occidentales, lo cierto es que históricamente el único requisito que China exige a los países africanos a la hora de entablar relaciones comerciales o beneficiarse de colaboraciones con el gigante asiático es la declaración de apoyo a la política de “una sola China”, frente a los reclamos de Taiwán, Tíbet o Xinjiang; solo la antigua Suazilandia (última monarquía absoluta de África y con 1,3 millones de habitantes) reconoce ya a Taiwán, puesto que el otro aliado que le quedaba a Taiwan en África, Burkina Faso, rompió su alianza con su "amigo" taiwanés en mayo de 2018. Bajo esta misma premisa, y a la vista de todo el mundo es comprobable, China considera igualmente como “asuntos domésticos” los problemas relacionados con el control territorial o los enfrentamientos étnicos dentro de los países africanos con los que entabla relaciones, por lo que aplica una política de “ no intervención ”.

¿Pueden EE.UU, Reino Unido o Francia, quiénes acusan de neocolonialismo a China, afirmar que ellos no actúan de la misma manera? La respuesta es evidentemente negativa.

Entre los argumentos esgrimidos contra el “neocolonialismo chino” en África, se suele recurrir al respaldo a gobiernos represivos que ofrece Beijing, lo cuál no sólo resulta hipócrita viniendo desde Occidente, sino que demuestra en sí mismo el prisma imperialista que siguen utilizando EE.UU y los ex-imperios coloniales europeos tratando de imponer sus estándares de democracia liberal en todo el planeta. Al igual que en otros rincones del planeta, China simplemente no reconoce una serie de valores internacionales respecto a derechos humanos y políticos impulsados por los países anteriormente citados y frecuente argumento de intromisión e intervención en numerosas oportunidades.

"Las inversiones de China en África no van acompañadas de ninguna condición política. China no se inmiscuye en los asuntos internos de África ni le impone su voluntad".

Estas palabras resumen la política de China respecto a África, la cual órbita alrededor de los "cinco no", anunciados por Xi en su discurso en la Cumbre de Beijing del FOCAC 2018 (2) ; no interferir en las vías de desarrollo de los países individuales; ninguna injerencia en sus asuntos internos; no imposición de la voluntad china; sin apego de hilos políticos respecto a la asistencia y la no búsqueda de ganancias políticas egoístas en la inversión y la cooperación financiera.

Ningún país occidental se ha atrevido siquiera a anunciar públicamente una política como ésta y menos aún EE.UU o las antiguas potencias coloniales como Francia o Reino Unido, de larga tradición intervencionista en el continente africano.

FOCAC 2018
El calibre de las relaciones bilaterales entre China y África quedó reflejado en la Cumbre de Beijing 2018 del Foro de Cooperación China-Africa (FOCAC) con la presencia de más de 54 países y una treintena de jefes de Estado y de Gobierno africanos. (3)

El presidente chino, Xi Jinping, prometió cerca de 60.000 millones de dólares para ayudar al desarrollo de los países africanos mediante diferentes fórmulas:

-15.000 millones de dólares para préstamos libres de intereses y “ayudas gratuitas”.

-20.000 millones de dólares para una línea de crédito.

-10.000 millones de dólares para un fondo de desarrollo

-5.000 millones de dólares para un fondo de importaciones africanas.

-Inversiones directas de empresas chinas en el continente africano por no menos de 10.000 millones de dólares en los próximos tres años.

Íntimamente ligadas a estas enormes sumas, China dedicó grandes esfuerzos en este foro para atraer a los países africanos a sumarse a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, lo que supondrá un enorme impulso para el desarrollo infraestructuras básicas en África en la próxima década. Desde el punto de vista chino, es la inversión en infraestructura la que asegura la aceleración del crecimiento, más que sólo mediante el comercio.


Aparte de carreteras, puertos, aeropuertos o centrales eléctricas, China prometió que se dedicarán esfuerzos a la industrialización, plantas depuradoras de agua y modernización agrícola, servicios financieros y de seguridad, y, se estrechará la cooperación para reducir la pobreza y mejorar la atención sanitaria y social, atendiendo a las críticas de algunos países africanos al respecto del cariz de dichas inversiones.

Hay que resaltar además, que el nuevo paquete de medidas se suma a los 60.000 millones de dólares que Pekín prometió durante la última edición del FOCAC celebrada en 2015 en Johannesburgo (Sudáfrica).

En contraste con el neocolonialismo que, según Occidente, China practica en África en este siglo XXI, cabe recordar el único gran evento realizado por Europa en relación al continente africano.

Se celebró hace mas de 133 años y es conocida como la Conferencia de Berlín, celebrada únicamente con el fin de resolver los problemas que implicaba la expansión colonial de las potencias en África y resolver su repartición.


Un total de quince países (13 europeos, junto al Imperio Otomano y los EE.UU.) se repartieron territorios y zonas de influencia sobre el mapa de África y donde ningún representante de ningún país o territorio africano estaba representado

El resultado; toda África (excepto Liberia y Abisinia, hoy Etiopía) fue repartida entre las potencias imperialistas, manteniéndose muchas de estas divisiones artificiales hasta el proceso descolonizador posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Las cifras
La comparativa en cifras del comercio bilateral entre China y África no deja dudas al respecto. Evolucionó desde los 11.000 millones de dólares en el año 2000, hasta, en sólo seis años, alcanzar los 56.000 millones de dólares de 2006.

La ayuda financiera que China proporcionó a los países del continente africano en el año 2007 fue de 8.000 millones de dólares, frente a 2.300 millones de dólares del Banco Mundial.

En 2009, China se convertía en el principal socio comercial de África, y en 2013 , sus intercambios ya alcanzaban los 210.000 millones de dólares.

La tendencia se mantuvo, y, en 2015, las exportaciones de África a China alcanzaron los 67.000 millones de dólares (suponían un aumento del 153% en comparación con las de Estados Unidos en el mismo año) mientras , que, en ese mismo 2015, las exportaciones de China a África superaron los 102.000 millones de dólares.

En 2017, el comercio bilateral China-África alcanzó los 170.000 millones de dólares anuales (20 veces más que en 2000) mientras que el comercio bilateral EEUU-África se cifró en 39.000 millones de dólares.

Respecto a EE.UU, las exportaciones africanas hacia EE.UU, en virtud del programa AGOA, aumentaron de 7.100 millones de dólares en 2001 a 28.400 millones de dólares en 2013 pero, en 2014, se produjo un descenso del 50% a causa de la caída del precio del petróleo y la pérdida de cuota de mercado.

Las exportaciones de África a los Estados Unidos disminuyeron de un máximo histórico de 113.000 millones de dólares en 2008 a 26,500 millones en 2015. Por otro lado, las exportaciones de Estados Unidos a África también han disminuido desde un máximo histórico de 38.000 millones de dólares en 2014 a 22.000 millones en 2016, cuando el comercio bilateral entre EE.UU y África alcanzó los 32.000 millones de dólares, según expuso el presidente del Banco Africano de Desarrollo en la Cumbre Empresarial de los Estados Unidos y África 2017. (4)

¿China ha endeudado al continente africano?
En todo el mundo, la deuda de los 41 países pobres fuertemente endeudados en 1996 ascendía a 215.000 millones de dólares, frente a los 183.000 millones de 1990 y los 55.000 millones de 1980.

En 1996, África debía 227.200 millones de dólares (379 dólares por cada habitante) y cargaba con el 11% de la deuda del mundo en desarrollo,

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), África pagó 1,31 dólares de deuda externa por cada dólar de ayuda recibida en 1996, la más alta desde 1989, aseguró su informe. (5)

Y en 1997, el Fondo Monetario Internacional inyectó unos 500 millones de dólares en las economías africanas, extrayendo ese mismo año 1.100 millones de Africa, sin incluir los intereses cobrados.

Es el resultado de la década de 1990, cuando muchos países africanos fueron sometidos a las drásticas políticas de reestructuración para pagar sus deudas, los tristemente famosos Programas de Ajuste Estructural del FMI que se reparten por los cinco continentes.

En el año 2015, y según el propio FMI y el Banco Mundial, el nivel de deuda promedio del África subsahariana se situaba en el 34,5% del PIB, frente al 25,2% del PIB de 2010. Del mismo modo, la deuda pública en el continente, excluídas Nigeria y Sudáfrica, se estimaba en un 44% del PIB en 2015 contra un 31% de 2012. (6)

A día de hoy, resultan chocantes algunas afirmaciones con respecto al papel chino en el endeudamiento africano.

Por ejemplo, el FMI expresa su “preocupación ” por el caso de Djibouti, cuya deuda pública pasó del 50% al 85% del Producto Interior Bruto (PIB) en solo dos años, según el FMI, a causa de los créditos contraídos con el Exim Bank, un banco público chino.

Y la prensa occidental y sus políticos lo relacionan directamente con el hecho de qué, en 2017, China abrió su primera base militar en el extranjero precisamente en este país, destinada a la lucha contra la piratería en el golfo de Adén, fundamental para el control de las conexiones marítimas de su Nueva Ruta de la Seda.

En efecto, el control del estrecho de Bab el-Mandeb, por donde anualmente pasan más de 30.000 buques cisterna transportando petróleo, constituye uno de los “cuellos de botella” de valor estratégico del mundo.


Sin embargo, pese a las suspicacias del FMI, hay que recordar que Djibouti hospeda bases militares no sólo de China, sino también de Francia, Estados Unidos, Italia e incluso Japón. A su vez, Turquía, Rusia e India han mostrado interés o han entrado en negociaciones con el Gobierno de Djibouti para construir bases militares en este país, así como también Arabia Saudí.

Y por supuesto, alberga una base de EE.UU desde 2001, como la instalación militar más importante del país. Se trata de la base estadounidense de Camp Lemonnier, que cuenta con cerca de 4000 efectivos de las Fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos (USSF, por sus siglas en inglés).

Dólar vs Yuan
Lo que está en juego para Europa y EE.UU en África no son derechos humanos, ecología, medio ambiente, libertades políticas o anti-terrorismo. Parafraseando a James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton frente a Bush padre en 1992, “es la economía, estúpidos ”.

No se trata únicamente de África, sino de un proceso global. La pérdida de la hegemonía unipolar estadounidense, motivada tanto por factores externos como internos, está pasando factura ya a los EEUU en el ámbito geopolítico mundial. La pérdida de la supremacía del dólar como divisa de reserva mundial es un proceso que está desarrollándose de manera más pausada, pero gradualmente va cediendo importancia, principalmente frente al yuan chino.

La política de inversiones y préstamos fáciles que China practica en África supone que, lógicamente, los países africanos recurran cada vez más a divisas chinas para liquidar sus deudas, lo que está terminando por enterrar la tradicional dependencia africana con respecto del dólar, el euro o el Franco CFA.

Y eso es precisamente lo que quedó de manifiesto el pasado mes de mayo en Zimbawe (7). Allí se celebró el foro 'Tendencias en manejo de reservas soberanas', organizado por el Instituto de Gestión Financiera y Macroeconomía de África Meridional y Oriental (MEFMI), integrado por 14 países: Angola, Botswana, Burundi, Kenia, Lesoto, Malawi, Mozambique, Namibia, Ruanda, Suazilandia, Tanzania, Uganda, Zambia y Zimbabwe, de los cuáles la mayoría tienen préstamos o subvenciones de China.

De hecho, países como Angola, Zimbabue o Nigeria, ya han adoptado el yuan chino como moneda de reserva.

En esta cuestión el comercio de petróleo representa un factor clave; China es el segundo mayor consumidor de petróleo del mundo y trata de establecer mecanismos para influir en los precios a nivel global, mediante la reducción de la dependencia del dólar al introducir progresivamente el yuan como moneda para las transacciones comerciales. En lo que concierne a África, que produce cerca de un 10% de la oferta petrolera mundial, ya en 2017 alrededor de un tercio de las importaciones energéticas chinas (principalmente petróleo) procedía de África y especialmente de Angola.



La guerra comercial iniciada por Trump también repercutirá en el propio petróleo estadounidense tras decaer drásticamente el peso de las importaciones petroleras chinas desde EE.UU; en 2017, el gigante asiático compró el 20% de todo el petróleo que EEUU exportó (entre 300-400.000 barriles diarios) pero desde septiembre de 2018 los intercambios se han reducido de manera abrupta (8) ; China, entre otros, se ha fijado en países africanos para paliar este desajuste.

¿ Y qué ofrece EE.UU ?
La campaña estadounidense arrancó el pasado mes de marzo, antes incluso de la declaración de guerra comercial de Trump contra China. El secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, realizaba una a gira por África visitando Etiopía, Yibuti, Kenia, Chad y Nigeria, tratando de promocionar la idea de que Estados Unidos es un socio “justo, estable y duradero”. Refiriéndose a China sin nombrarla, declaraba:

Estamos viendo cómo otros países, países que no ayudan, están expropiando muchos recursos” del continente africano.” (9)

Posteriormente, en junio, el subsecretario de Estado para Asuntos Africanos, Tibor P. Nagy, señalaba que China “se presenta a sí misma como un modelo más apropiado para el desarrollo de los países africanos”. (10)

Acusaba a China de buscar sus propios beneficios en África, aduciendo que los préstamos de bajo interés que China brinda a los países africanos estaban provocando un creciente endeudamiento en África, prometiendo que EE.UU actuaría frente a esta situación.

Lo cierto, es que a diferencia de las ayudas al desarrollo occidentales, las de China incluyen habitualmente créditos blandos para proyectos de infraestructuras, muchas veces sin intereses, que se conceden rápidamente y con pocas condiciones.

China ha implantado el modelo Angola ( concesión de ayuda financiera a cambio de recursos naturales ) añadiendo que un cuarto de millón de trabajadores chinos se dedican a la modernización de las infraestructuras angoleñas; es decir, aún descofiando del altruismo o la generosidad china, las infraestructuras construidas quedarán en el país y aportarán un desarrollo palpable no comparable a las formas de intervención occidentales en África. Es más, durante la cumbre FOCAC 201, el presidente Xi anunció que ciertos países africanos quedarán eximidos a finales de este año de las deudas pendientes contraídas en forma de préstamos sin intereses con el Gobierno chino.

Aunque no precisó qué países se beneficiarán de esta medida ni dio un calendario preciso, Xi aseguró que "anulará" parte de la deuda de los países africanos insulares o menos desarrollados que venzan este año.

Este modelo es el que el senador Bob Corker, presidente del Comité de Relaciones Internacionales del Senado estadounidense califica como “perverso”:

Una buena parte de la política internacional está enfocada en intentar frenar a China, en especial sus actividades perversas.”

Pero volviendo al aspecto crediticio, según afirma el China-Africa Research Institute de la Universidad Johns Hopkins, entre 2006 y 2016 China concedió a países africanos créditos por valor de 125.000 millones de dólares; para la consultora McKinsey estos préstamos chinos suponen el 30% de la nueva deuda adquirida por los gobiernos africanos.

Los analistas occidentales lo califican como “trampa de endeudamiento”, pese a que el propio FMI calcula que China sólo posee el 15% de la deuda externa total del África subsahariana, frente al 2% que poseía en 2005.

Estos mismos analistas mencionan el riesgo de que China se apodere de activos locales si los países incumplen el pago de sus préstamos; es decir, en su opinión es preferible que se produzcan privatizaciones masivas y liberalizaciones en la economía para que esos activos puedan pasar a manos de empresas privadas; es el modelo que el FMI impone a países como Grecia, quién ha debido incluso llegar a vender islas o plantearse la privatización del Partenón o la Acrópolis de Atenas. O el caso de Ucrania, con “ayudas” condicionadas, por ejemplo, a la privatización y venta de tierras de cultivo, por no hablar de la larga tradición de ajustes del FMI en Latinoamérica.

En África, quizás el ejemplo más claro de la relevancia del uso del dólar está en la intervención occidental contra la Libia de Gaddafi, donde la economía libia estaba libre del Fondo Monetario Internacional y donde el banco central libio emitía dinero sin deuda, a diferencia del bloque occidental que la destruyó militarmente y que ha arruinado un país que gozaba de los estándares de vida más altos de África.

Como conclusión, y a la vista de las cifras, observar como EE UU o el FMI acusan a China de endeudar África resulta verdaderamente patético y demuestra su estado de preocupación frente a una pugna por el control financiero, donde Occidente va perdiendo peso, y dónde la supuesta preocupación occidental por la soberanía o el desarrollo de los países africanos no es sino pura retórica propagandística.

AGOA, el modelo estadounidense
La base de las relaciones económicas entre Estados Unidos y África subsahariana, desde el año 2000, la ha constituido la Ley sobre Crecimiento y Oportunidades para África, o AGOA, un programa que ofrece a los países africanos participantes un supuesto acceso preferente a los mercados de Estados Unidos con la eliminación de los impuestos de importación. (11)


Dicho programa debió haber finalizado en 2008, pero desde entonces se ha ampliado cuatro veces y, si no hay cambios, estará vigente hasta 2025.

Si analizamos los resultados obtenidos por esta iniciativa, podemos distinguir una positiva primera fase; en la primera década, las exportaciones de los países de AGOA a Estados Unidos pasaron de 22.000 a 61.000 millones de dólares. Pese a estos buenos resultados, China superó a Estados Unidos como el mayor socio comercial de África en 2009.

Ese crecimiento se debió fundamentalmente al petróleo, pero el auge del petróleo de esquisto en Estados Unidos reduciría drásticamente las exportaciones de petróleo desde África a EE.UU.

En consecuencia, se produjo un abrupto declive posterior a partir de 2014; tras su arranque inicial, las exportaciones disminuyeron incluso por debajo de los niveles del año 2000.

Y nos encontramos finalmente con una situación actual de total estancamiento, dónde, por ejemplo, de los 49 países participantes, todos del África subsahariana, actualmente sólo participan ya 38, y de ellos 10 se definen como “totalmente inactivos”.

De hecho, ya en 2016 el número de participantes fue menor que el existente cuando el programa comenzó, que puede incluso quedar aún más reducido si Estados Unidos descalifica a Ruanda, Tanzania y Uganda por intentar introducir políticas proteccionistas con el fin de impulsar el sector textil en sus países; es decir, poner en práctica medidas al más puro estilo Trump.

Existen otros indicativos que nos dan una idea de la situación actual del programa AGOA.

Coincidiendo con la reunión anual de la ONU, se celebró con rotundo fracaso la Agoa Expo & Trade Fair, celebrada en Nueva York el pasado mes de septiembre en un lujoso hotel de Times Square, y dónde empresarios africanos trataban de promocionar sus productos cara al mercado estadounidense. (12)

Fijemos la mirada en el mayor socio comercial de Estados Unidos en África Oriental como es Kenia. En 2017, el comercio entre los dos países superó los 1000 millones de dólares en bienes, de los cuales más de un tercio (338 millones) correspondían a textiles (prendas tejidas y prendas de punto).

Pese a ser uno de los más importantes socios comerciales de EE.UU y tal vez el mayor éxito del programa AGOA, los keniatas se quejan acerca de las barreras comerciales que han restringido a los keniatas a poder exportar sólo el 0,3% de las líneas comerciales estipuladas por AGOA.

Según el director ejecutivo del Consejo de Promoción de Exportaciones, Peter Biwott, “ Kenia sólo puede exportar actualmente alrededor de 20 líneas de productos contra el total de 6,400 previsto en la iniciativa, 18 años después de que se abrió la ventana comercial. “ (13)

Última iniciativa estadounidense; USIDFC
Finalmente, y de una manera muy discreta (poco habitual en Trump), a inicios de octubre de 2018, se presentaba el nuevo arma de EE.UU para derrotar al “neocolonialismo chino”; Trump firmaba un proyecto de ley para crear una nueva agencia de ayuda internacional ( United States International Development Finance Corp.) con capacidad para otorgar hasta 60.000 millones de dólares en préstamos, garantías de préstamos y seguros a empresas dispuestas a hacer negocios en naciones en vías de desarrollo.(14)

Lo cierto es que Trump , quién ha criticado toda ayuda internacional desde el inicio de lo que fuera su campaña electoral, optó por no promocionar demasiado el lanzamiento de ésta iniciativa consensuada con los demócratas y diseñada para oponerse al proyecto de la Ruta de la Seda y al avance chino en África.

Este nuevo organismo reemplazará a la Corporación para la Inversión Privada en el Extranjero (OPIC), creada en 1971, la cuál se había dedicado a conceder préstamos a corporaciones estadounidenses para proyectos de bajo riesgo; el cambio que ofrece la nueva agencia es, por tanto, insustancial, pues repite el mismo esquema existente hasta ahora y que únicamente busca extraer beneficios para las empresas estadounidenses.

Sin embargo, Trump volvía a reiterar su mensaje cara al electorado desde la tribuna de la ONU, cuando en su ya “memorable” discurso afirmaba que Washington solo dará ayuda económica a quienes sean “francamente, nuestros amigos(15). Entre estos países “amigos” se encuentran algunos de los calificados por Trump como “agujeros de mierda”.

Una semana después, la primera dama Melania Trump iniciaba un periplo por países africanos como única posible representante de la "diplomacia suave” estadounidense; un viaje meramente propagandístico que la llevó a Ghana, Malaui, Kenia y Egipto, pero no a Nigeria, después de que su marido asegurará en su momento que si los nigerianos llegaban a ver EEUU "nunca volverían a sus chozas".
Ayuda exterior
Dentro de esa diplomacia suave , la mal llamada ayuda exterior o humanitaria ocupa un lugar privilegiado.

Con respecto a la tan publicitada ayudan exterior estadounidense, lo cierto es que Estados Unidos tiene un presupuesto de ayuda exterior más grande que cualquier otro país. Pero cuando se clasifica por el porcentaje de PIB, Estados Unidos presupuesta menos del 0.2% del PIB a la ayuda exterior.

El gasto total supone poco más del 1% del presupuesto federal total. Y más de un tercio de éste dinero se destina a la seguridad, desde la ayuda militar directa ( donde Israel es el mayor beneficiado con diferencia), a la lucha contra las drogas, medidas antiterroristas y similares. Los fondos dedicados a la ayuda centrada en la pobreza, pues, representan un poco más del 0.6% del presupuesto federal.

Y mientras se publicita y promociona la ayuda exterior estadounidense desde hace décadas, otras noticias relacionadas pasan desapercibidas.

Recientemente, una aclamada organización benéfica de los Estados Unidos que opera en Liberia, More Than Me, admitió que las niñas (10 años) en una escuela pionera en un barrio pobre habían sido abusadas repetidamente por el cofundador de la organización, Macintosh Johnson.(16)

La organización recaudó más de 8 millones de dólares en fondos, de los cuáles casi 600,000 provinieron del gobierno de los Estados Unidos.

A ello se suman los constantes escándalos de abusos producidos por la ONG Oxfam Intermón en África.(17)

Otro elemento clave es la propaganda ejercida por los medios de comunicación. Se suceden las informaciones en la prensa europea y estadounidense acerca de cómo China impone su poder político y la censura a las críticas a su política dentro de los países donde está presente en África.

Se habla de una “agresiva estrategia de comunicación destinada a contrarrestar los mensajes de los medios occidentales, aún hegemónicos en África” y del apoyo chino a gobiernos autoritarios como Uganda, Etiopía o Tanzania, a los cuales China ayudaría para perseguir la disidencia en internet y en las redes sociales.

La prensa occidental únicamente recoge las “denuncias” de Freedom House, pieza clave por su papel en los golpes “suaves” o “revoluciones de color” en Europa Oriental y el Cáucaso, junto a la NED, la USAID, el Cato institute, el Open Society Institute y el Project for Transitional Democracy.

No se trata de ningún organismo independiente, sino que está financiado principalmente (75-85 %) por el gobierno de EE.UU, en forma de donaciones de USAID y el Departamento de Estado de EE.UU.

Otro ejemplo de lo que podemos denominar como “injerencia humanitaria” lo encontramos en Costa de Marfil, en el mismo año en que se actuaba contra la Libia de Gaddafi.

En Costa de Marfil, tras el régimen de Houphouët-Boigny, un acérrimo defensor de los intereses franceses y de otras potencias neocolonialistas en toda África, Laurent Gbagbo era el primer dirigente nacionalista que se oponía al verdadero sistema neo-colonial que ejercen las potencias occidentales; su derrocamiento fue auspiciado por los embajadores de Francia y EE.UU en 2011.

Con la inestimable colaboración de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Navi Pillay y con el recurrente tópico de los derechos humanos, Gbagbo acabo por ser juzgado por la Corte Penal Internacional por presuntos crímenes de lesa humanidad convirtiéndose en el primer ex-jefe de estado que juzgado por la CPI desde su creación.

NOTAS

(1) http://data.worldbank.org/data-catalog/GDP-ranking-table

(2) http://www.xinhuanet.com/english/2018-09/06/c_137447556.htm

(3) http://spanish.xinhuanet.com/2018-09/04/c_137444604.htm

(4) http://venturesafrica.com/the-worlds-first-blockchain-powered-tantalum-tracking-platform/

(5) http://www.ipsnoticias.net/1998/05/africa-deuda-externa-se-cobra-la-vida-de-millones-de-ninos/

(6) http://www.africafundacion.org/spip.php?article28667

(7) https://www.reuters.com/article/us-china-yuan-africa/african-finance-leaders-to-debate-chinas-yuan-as-a-reserve-currency-xinhua-idUSKCN1IU00N

(8) https://www.reuters.com/article/us-usa-china-trade-oil/u-s-crude-oil-shipments-to-china-totally-stopped-amid-trade-war-shipping-executive-idUSKCN1MD0O1

(9) https://www.hispantv.com/noticias/ee-uu-/370334/tillerson-gira-africa-tension-china-rusia

(10) https://www.hispantv.com/noticias/ee-uu-/380177/china-competencia-africa-desarrollo

(11) https://www.cfr.org/backgrounder/agoa-us-africa-trade-program

(12) http://www.theeastafrican.co.ke/business/Little-interest-for-Kenyan-firms-seeking-Agoa-partners-at-expo/2560-4783960-uhgjylz/index.html

(13) https://www.businessdailyafrica.com/economy/Kenya-exports-0-3-per-cent-of-Agoa-goods-18-years-on/3946234-4809180-gmo8n6z/index.html

(14) https://www.nytimes.com/es/2018/10/16/trump-china-ayuda-internacional/

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