martes, 30 de octubre de 2018

Tratado INF, fin de una época

Retirada estadounidense del Tratado INF

La cuestión del anuncio unilateral de retirada del Tratado INF por parte de EE.UU no representa un hecho significativamente novedoso al tratarse de una mera formalidad cara a la opinión pública. De facto, este tratado ya había sido violado por Washington incluso antes de la instalación de bases de misiles de doble uso en Rumanía y Polonia.

Sin embargo es Estados Unidos quién acusa a Rusia de haber violado el tratado desde 2014, cuando Barack Obama acusó a Rusia de haber probado un misil de crucero terrestre de alcance medio denominado Novator 9M729 y conocido por la OTAN como SSC-8.


Este tratado, firmado en 1987 y que prohibía los misiles balísticos y de crucero (nucleares o convencionales) cuyo rango estuviera entre 500 y 5.500 kilómetros, supuso una dolorosa concesión soviética por parte de Gorbachov y una ventaja sustancial para EE.UU.

Según los argumentos estadounidenses ahora utilizados, el 9M729 es un tipo de misil de crucero ruso diseñado para ser lanzado desde sistemas Iskander, y que superaría el rango en efecto prohibido por el INF. Rusia afirma que su misil no viola las cláusulas del Tratado al no superar los 500 kilómetros y que todo su armamento de corto y medio alcance recogido en el acuerdo se basa en buques y aviones.

Mientras que se lleva hablando de este asunto desde 2014, Washington aún no ha aportado evidencias convincentes, demostrando que EE UU carece de ellas.

En cambio, es perfectamente contrastable como EE.UU viola el Tratado INF con la instalación en Rumanía y Polonia de las rampas de lanzamiento Mk-41 VLS, teóricamente destinadas a albergar los misiles interceptores SM-3, pero también capaces de lanzar misiles de crucero de medio alcance Tomahawk, incluidos los armados con cabezas nucleares (BGM-109A).

Así mismo, Rusia también considera que EE.UU ya ha violado el tratado mediante misiles prohibidos en distintas pruebas y también mediante la proliferación de drones armados estadounidenses.

Arquitectura de seguridad mundial

En un largo pero continuo proceso, Estados Unidos ha ido desmantelando el sistema de tratados y acuerdos internacionales que servían de base a la seguridad mundial después de la Segunda Guerra Mundial.

Y ahora, tras la salida de EE.UU de los tratados ABM e INF, EE.UU ha dinamitado definitivamente la denominada arquitectura de seguridad global. Estos tratados son interdependientes y constituían, independientemente de su eficacia, los únicos compromisos pactados en esta materia; incluso el mismísimo Bolton reconocía en su momento que el INF era “uno de los pocos acuerdos de control de armamentos que se implementaron, verificaron y aplicaron de manera efectiva”.

Pero eso es pasado y en el futuro se plantea otro acuerdo bilateral clave que saltará por los aires; el START III de 2010, acuerdo para reducir los arsenales nucleares hasta un 30%, (1.550 cabezas nucleares en cada país) y ratificado entre diciembre de 2010 y enero de 2011 por Obama y Medvedev.

Firmado para 10 años, será por tanto efectivo hasta el 8 de abril de 2020, fecha en la que expirará. Y parece claro que no se renovará si nos fijamos en los fondos ya asignados por el Congreso para la modernización nuclear impulsada por el Nobel de la Paz Obama.

Otro factor deja en evidencia las intenciones estadounidenses tras acusar repetidamente a Rusia de haber violado el tratado. EE.UU no busca ningún afianzamiento de la seguridad puesto que ninguna de las partes reducirá su acumulación de armas sino todo lo contrario, y puesto que impulsará la industria armamentística estadounidense, clave económica de EE.UU, así como en menor medida también impulsará la industria militar rusa

¿Por qué EE.UU se retira oficialmente del Tratado INF?

A lo largo de su Historia, EE.UU sólo mantiene los tratados mientras las condiciones pactadas le favorezcan. Las leyes estadounidenses no obligan al Presidente a cumplir los acuerdos internacionales, además de dotarle de la capacidad para romperlos en cualquier momento si amenazan la seguridad nacional o los intereses estadounidenses, convirtiendo de facto cualquier acuerdo con dicho país en poco más que una mera representación.

En este sentido el historial estadounidense es delatador. Sin remontarse en exceso en el tiempo, el mundo ha asistido atónito a cómo Trump hacia pedazos el multilateral y largamente negociado Tratado JCPOA con Irán.

Trump también canceló diversos acuerdos comerciales de la noche a la mañana, pero no es necesario focalizar el problema en el actual Presidente puesto que se trata de una política de Estado llevada a cabo por prácticamente todos los presidentes estadounidenses. Con George W.Bush y con John Bolton en el gobierno, EE.UU también se retiró unilateralmente en 2002 del Tratado ABM, firmado entre Nixon y Brezhnev en 1972.

Anteriormente, Bill Clinton había roto la promesa efectuada por George H.W Bush al cándido Gorbachov acerca de la expansión de la OTAN hacían las fronteras rusas. Desde Bush hijo hasta Trump, todos han continuado impulsando este proceso iniciado desde 1999 y mediante el cuál hasta 13 países se han adherido a la OTAN. Los próximos aspirantes ultiman su adhesión; aparte de Macedonia, una vez Georgia o Ucrania se integren, la OTAN tendrá dos nuevas fronteras directas con Rusia.

Pero también EE.UU es conocido por otro aspecto en relación a los acuerdos internacionales, como son las imaginativas fórmulas utilizadas para infringir los límites supuestamente pactados.

Por ejemplo, en el Acta Fundacional Rusia-OTAN de 1997 ( anterior a las primeras ampliaciones de la Alianza a partir de 1999) la OTAN se comprometía a no desplegar tropas de forma permanente en los nuevos países miembros ( Polonia, Hungría y República Checa ) salvo que las circunstancias cambiasen.

Ahora, EE.UU y la OTAN argumentan que la fuerza conjunta de muy alta disponibilidad (VJTF) no se despliega de forma permanente, sino que está “ en rotación permanente ”.

Más graves aún son las violaciones del Tratado de No Proliferación Nuclear (1968), que prohíbe suministrar armas nucleares a terceros países; lo incumplen no sólo estacionado armas nucleares en países como Italia, Bélgica, Holanda.. sino entrenando a pilotos de la OTAN para que usen armas nucleares estadounidenses bajo la fachada legal de que son prestadas para misiones conjuntas de la OTAN.

Pilotos italianos se entrenan para realizar ataques nucleares, bajo las órdenes de Estados Unidos en la base de Ghedi (Italia) pero también pilotos alemanes, holandeses, belgas o daneses en diferentes bases distribuidas por Europa.

Para finalizar, con la generación de nuevo armamento nuclear también viola el Tratado de No Proliferación, puesto que la nueva bomba atómica estadounidense, denominada B61-12 y que reemplazará a la B-61 actualmente desplegada en países europeos, comenzará a fabricarse en serie a partir del año 2020.

Si se cumplen los plazos ya establecidos, el Departamento de Defensa recibirá la primera partida de sus nuevas bombas a lo largo del referido 2020 y apenas cinco años más tarde habrá conseguido sustituir todo su arsenal obsoleto.

Si no hay ventaja no hay tratado

Si a lo largo de su Historia, EE.UU sólo mantiene los tratados mientras las condiciones pactadas le favorezcan, el abandono oficial de este Tratado INF sólo puede venir motivado por la pérdida de la ventaja que les ofrecía.

La firma de dicho tratado fue, en su momento, una clara derrota para la URSS, puesto que ésta disponía mayoritariamente de misiles basados en tierra, en tiempos en los que EE.UU desarrollaba los misiles de crucero tipo Tomahawk. De esta manera obtendría una enorme ventaja debido al poderío de una flota que la URSS no podía igualar, y de manera legal dado que el tratado no decía nada acerca de misiles basados en barcos.

Los misiles Tomahawk entraron en servicio en 1983 y en 1986 alcanzaron su capacidad operacional. De hecho, a principios de 1986, y según la OTAN, el Pacto de Varsovia había desplegado 279 lanzadores de misiles móviles SS-20 con un total de 837 ojivas nucleares en el este de la URSS superando ampliamente al despliegue occidental hasta la firma del Tratado a finales de 1987.

A día de hoy el acuerdo ya no reporta beneficios para EE.UU en gran parte gracias al desarrollo de los misiles rusos de crucero Kalibr, que no incumplen el Tratado INF puesto que se basan en el elemento naval y pueden ser lanzados desde pequeños buques que naveguen por el amplio sistema fluvial ruso.

En concreto, dicha tarea la llevarán a cabo las corbetas del Proyecto 22800 “Karakurt”, las cuáles pueden desarrollar una velocidad de más de 30 nudos. (1)

La Armada rusa dispone ya de 4 de ellas y prevé poner en funcionamiento hasta 18 corbetas clase Karakurt, armadas con el complejo de misiles Kalibr.

Este arma (Kalibr) terminó con el monopolio de los misiles de crucero basados en buques que EE.UU ostentaba en solitario desde 1991.

Fue un 7 de octubre de 2015, cuando los buques rusos de la Flota del Mar Caspio alcanzaban objetivos del Estado Islámico en Siria a 1500 kilómetros y consiguiendo que el equilibrio de fuerzas cambiara irremisiblemente desde ese momento.

Y es que los Kalibr superan a los Tomahawk en alcance máximo (1600 kms frente a los 2000 kms del Kalibr), así como en la posibilidad de superar la velocidad supersónica, puesto que las versiones actuales de los Tomahawk no pueden alcanzar blancos que están a una distancia superior a 1.600 kilómetros, si bien la variante nuclear teóricamente alcanzaría los 2500 kilómetros.


La cantidad supondrá también un factor importante, puesto que el plan estadounidense para un hipotético ataque a Rusia se basaría en un ataque masivo por saturación empleando miles de Tomahawk simultáneamente; si la economía se lo permite, dado que el coste y el tiempo de producción de los misiles Kalibr es inferior al de los Tomahawks, los rusos podrían llegar a acumular un volumen de misiles de crucero mayor que el estadounidense en un futuro no muy lejano, anulando otra de las actuales ventajas de EE.UU en el escenario actual.

( Se estima que el precio de un Kalibr en su versión de exportación es de unos 500.000-600.000 dólares, mientras que un misil de crucero estadounidense Tomahawk basado en el mar cuesta alrededor de 1,5 millones de dólares).

Determinante también es la aparición de otro nuevo tipo de armamento ruso. Cuando Vladimir Putin presentó ante el mundo algunas de las armas rusas diseñadas para dar "respuesta a la salida unilateral del tratado de defensa antimisiles por parte de Estados Unidos", los medios occidentales adoptaron una posición escéptica y prácticamente tomaron a broma lo que el presidente ruso exponía; no obstante, la reciente decisión estadounidense de abandonar el Tratado INF revela que entre los altos mandos estadounidenses el asunto fue tomado completamente en serio. (2)
Entre estos nuevos diseños se incluyen el Kinzhal ( sistema de misiles hipersónicos de lanzamiento aéreo con un rango de más de 2.000 km) o el Avangard (sistema de misiles estratégico capaz de alcanzar una velocidad hipersónica de más de Mach 20, unos 24.696 kilómetros por hora); es decir, Rusia anunciaba públicamente el desarrollo de armas hipersónicas destinadas a cambiar el escenario estratégico existente hasta hoy.

En este nuevo escenario las distancias geográficas resultarán críticas, mientras que el concepto defensivo basado en la profundidad del territorio pierde importancia.

Por tanto, con el desarrollo de las armas supersónicas, tiempo y distancia se convierten en factores determinantes; los misiles Tomahawk actuales desarrollan una velocidad máxima de 880 km/h lanzados, por ejemplo, desde la base estadounidense en Rumanía (Deveselu), situada a 1966 kilómetros de Moscú o desde la base estadounidense en Polonia (Redzikowo) situada a 1600 kilómetros de Moscú.

Actualmente, para Rusia estas distancias suponen disponer de un tiempo de reacción mínimo ( un par de minutos) pero suficiente para actuar contra la amenaza; ¿pero qué ocurriría si EE.UU desarrolla armas supersónicas y las sitúa en bases alrededor de Rusia?.

Habida cuenta de que tanto China como Estados Unidos también están desarrollando sistemas similares propios, es sólo cuestión de tiempo que Rusia pierda entonces la histórica ventaja de la profundidad de su territorio, además de introducir el factor de riesgo añadido que suponen los misiles balísticos y misiles de crucero de corto y medio alcance terrestres, mas difíciles de rastrear y que harían más probable la posibilidad de iniciar una, llamémosle “guerra nuclear involuntaria”, provocada por algún error de los contendientes en el lapso del mínimo tiempo de reacción del que se dispondría .

Ante dicho escenario, Estados Unidos tratará de acelerar el desarrollo de nuevos sistemas de ataque y emplazarlos en sus bases alrededor de Rusia, para lo cuál primero debe abandonar el tratado, cómo así ha sucedido.

Rodear a Rusia

Como hemos referido, el siguiente paso lógico, probablemente ya planificado, sería situar ese nuevo armamento rodeando a Rusia, no sólo desde Polonia y Rumanía, sino también en los países bálticos y muy probablemente también en Ucrania y Georgia.

Hay que recordar que en 1991 el tratado incluyó también a los países sucesores de la URSS y en la actualidad Bielorrusia, Kazajistán y Ucrania forman parte de su implementación, por tanto, la salida del Tratado INF libera a EE.UU para situar sus misiles en Ucrania, frontera directa con Rusia y el mayor peligro potencial para la defensa rusa.

Ante un escenario de una Rusia amenazada por bases de hipotéticos futuros misiles hipersónicos estadounidenses, Rusia podría tomar medidas contundentes contra estos países puesto que la amenaza potencial de una ataque masivo y coordinado desde éstos emplazamientos aumentaría de manera crítica.

Lógica nuclear

La doctrina militar estadounidense contempla el escenario del golpe nuclear preventivo como recurso válido; personajes como John Bolton, que abogaban por practicarlo contra Corea del Norte o Irán (3), creen firmemente en esta doctrina. De ahí la salida de EE.UU del Tratado ABM en el año 2002, resucitando un problema que parecía limitado desde 1972, cuando EE.UU y la URSS firmaban un Tratado de Defensa Antimisiles (ABM), que en esencia trataba de limitar la producción y el despliegue de este tipo de sistemas, una vez que ambas potencias tuvieron claro que su poseedor podría verse estimulado a propinar un primer golpe con armas nucleares, basándose en que la capacidad de respuesta del enemigo sería neutralizada por este tipo de sistemas destinados a contrarrestar misiles balísticos nucleares.

Obviando la locura que supone que sea considerada aceptable una estrategia como ésta, lo cierto que EE.UU considera que puede “ganar” una guerra nuclear si es capaz de eliminar las armas nucleares enemigas en un primer golpe sorpresa que deje a Rusia sin posibilidad de respuesta.

Destrucción Mutua Asegurada

Directamente relacionado pues, con la salida de ambos tratados, EE.UU está buscando la posibilidad de obtener una decisiva ventaja táctica ante Rusia y crear las condiciones para hacer factible su idea de un primer ataque contra Rusia.

Regresamos con ello al peor escenario posible; la lógica perversa de la “destrucción mutua asegurada” (M.A.D) como única posible disuasión para evitar una guerra nuclear que, al igual que en tiempos de la Guerra Fría, no puede ser ganada por ninguno de los contendientes.

Dentro de este desarrollo de escenario catastrófico, la principal y casi única defensa rusa es el aseguramiento pleno de poder ofrecer un contraataque efectivo que destruya también a los agresores.

Imaginando el peor de los casos posibles, es decir, un ataque nuclear conjunto estadounidense y británico, acompañado de masivos lanzamientos de Tomahawk, lo único que quedaría por hacer ante el fin de la Humanidad sería una lanzar una respuesta rusa total a modo de represalia; evidentemente, en un escenario apocalíptico como éste no habría vencedores.

Disuasión

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, declaraba refiriéndose a las maniobras de la OTAN Trident Juncture 2018

"El mejor método para mantener la paz es tener una impresionante disuasión". (4)

Rusia debe hacer precisamente lo que Stoltenberg afirma.

En consecuencia, es absolutamente esencial que Rusia elimine la posibilidad real de un escenario donde EE.UU se crea libre de represalias si inicia un primer ataque contra Rusia. Y la única manera efectiva es desarrollar al máximo una capacidad de respuesta que asegure la destrucción mutua y disuada a EE.UU de iniciar cualquier “aventura nuclear”.

Rusia ya posee capacidades para responder ( sistema Perimeter ) y está desarrollando nuevas tácticas que potenciarán estas capacidades. Entre ellas la posible vuelta de los trenes nucleares.

En efecto, el sistema soviético RT-23 “Molodets”, dado de baja en 2005, poseía una capacidad de evasión y potencial destructivo que ejercieron un poderoso efecto disuasorio sobre la OTAN y EEUU durante la Guerra Fría; su sucesor, en este caso, sería el sistema de misiles ferroviario Barguzin que lo sustituirá equipado con misiles RS-24 Yars.

Los trenes serían casi indetectables en la inmensa red ferroviaria rusa, y, por tanto , asegurarían la respuesta ahondando en el concepto de evitar que no exista un escenario realista donde EE.UU y Reino Unido piensen que estarían a salvo de una respuesta rusa.

Es la principal estrategia para frenar las hipotéticas intenciones estadounidenses y británicas.

Ambas naciones son conscientes de ello y Washington se ha delatado con exigencias absurdas en este sentido llegando a proponer que se incluya en el acuerdo el complejo de misiles móvil ruso RS-26 Yars-M, capaz de destruir objetivos a una distancia de 6.000 km a 11.000 kms y en absoluto relacionado con los misiles de corto y medio alcance.

Evidenciaría que los estadounidenses no están en absoluto preocupados por la seguridad de sus aliados europeos, sino por su propia vulnerabilidad en el caso de un ataque preventivo de EE.UU y la OTAN y la posterior réplica rusa.

Rusia también está desarrollando otras alternativas, como anuncio el Presidente Putin en los primeros meses de este 2018; por ejemplo, torpedos nucleares como el Poseidón que pueden actuar desde una profundidad de hasta 1.000 metros y que también pueden ser lanzados desde submarinos desde el fondo del océano. Dichos elementos constituirían un activo valioso siendo situados en emplazamientos clave como el Ártico, la península de Kamchatka o el estrecho de Bering, reforzando la disuasión al asegurar la represalia rusa.

Las opciones rusas

Estratégicamente, la jugada de Trump y Bolton puede tener consecuencias clave a largo plazo en un asunto tan sumamente delicado como es el armamento nuclear.

Unido a la salida del acuerdo con Irán, restará confianza en la posibilidad de negociación de futuros acuerdos con otros países dado el comportamiento estadounidense ante los compromisos que adquiere y que rompe posteriormente de manera unilateral, propiciando el regreso de la “realpolitik”, basada en intereses prácticos, hechos consumados y acciones concretas, donde los intereses de un país se defienden de acuerdo con las circunstancias actuales de su entorno y no en base a consideraciones diplomáticas o éticas.

Ante la situación planteada tras el abandono estadounidense de los acuerdos, Rusia puede optar por varios ejes de actuación.

Podría implicarse en una carrera armamentística dónde EE.UU trate de llevar a Rusia a la misma trampa en la que cayó la URSS en los años 80 para responder a la famosa Iniciativa de Defensa Estratégica de Reagan, más conocida como la “Guerra de las Galaxias”.

Aquel farol, que supuestamente crearía un escudo defensivo en el espacio que detectaría la trayectoria de misiles balísticos para destruirlos en diversos puntos de su trayectoria, arrastró a la URSS a una carrera armamentística sin sentido que dañó gravemente su economía.

El propio Trump ha alimentado la fantasiosa idea de nuclearizar el espacio exterior mediante la creación de una Fuerza Espacial de EE.UU (5), que por otra parte también violaría el Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967 que prohíbe su militarización. Sin embargo los planes estadounidenses no implican desarrollo nuclear espacial hasta el año 2080 y sí la modernización la triada nuclear clásica.

La segunda opción, es sin lugar a dudas la más inteligente y productiva, consistente en aprovechar la discordia sembrada por Trump.

La decisión estadounidense de retirarse del Tratado INF, no cabe duda, causará fricciones dentro de la propia OTAN al situar de nuevo a Europa como rehén, volviendo a una a situación donde la disuasión se aplica contra los aliados europeos de EE.UU, al igual que en la época de los Pershings previa a 1987.

Al hacerlo oficialmente, EE.UU dota de libertad a Rusia para desplegar misiles terrestres de alcance medio si lo estima oportuno, mientras que para el hipotético despliegue estadounidense en un futuro próximo, Washington debería lograr un consenso con sus aliados europeos en un momento donde el clima político creado por la administración Trump ( gracias también a la ruptura del Pacto con Irán, entre otros motivos) no propician ni el diálogo ni el consenso.

Sin embargo Rusia ni puede ni debe responder simétricamente a EE.UU con despliegues de misiles masivos que puedan terminar empujando a Europa a los brazos de Washington. La opción más prudente e inteligente es continuar el diálogo y la negociación, estrechando los lazos económicos y políticos con Europa y favoreciendo el beneficio mutuo tanto de rusos como de europeos.

China

Finalmente no puede escapársenos otro elemento primordial de la ecuación; en resumidas cuentas, la decisión de abandonar el Tratado INF confirma definitivamente su anunciado giro al Pacífico frente a China, considerada como su mayor problema no solo por la Administración Trump, sino como eje de la política exterior estadounidense para el siglo XXI.

Es evidente que una de las razones principales para salir del acuerdo INF que es que no incluye a China, no sujeta legalmente a las restricciones a las que quedan sujetos los estadounidenses. Sin ninguna limitación para desarrollar misiles de medio alcance en el Pacífico, Estados Unidos considera que el poderío emergente de China debe ser enfrentado igualmente sin ninguna limitación.

Vista la evolución de los acontecimientos en la Península de Corea, EE.UU está previendo un nuevo tipo de escenario donde algunas de las limitaciones del Tratado INF pudieran suponer una traba, de ahí su abandono oficial, dado que tampoco considera factible negociar ningún tratado con China.

Intencionadamente o no, quemando estos puentes diplomáticos EE.UU empuja a Rusia y China a estrechar aún mas su cooperación al máximo nivel, incluido el militar.

Historia del Tratado INF

El 8 de diciembre de 1987, el presidente de la Unión Soviética Mijaíl Gorbachov y el presidente estadounidense, Ronald Reagan, firmaban en Washington el histórico Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio o INF (Intermediate-Range Nuclear Forces).

El acuerdo obligaba a las dos partes a eliminar todos los misiles tanto nucleares como convencionales de corto alcance (entre 500 y 1.000 kilómetros) y de medio alcance (entre 1.000 y 5.500 kilómetros), lanzados desde tierra, así como sus sistemas de lanzamiento, estructuras de soporte y equipos de apoyo asociados a dichos sistemas.

Se trató del primer tratado de su tipo que incluía la eliminación bilateral de armamento, en lugar de establecer un limite y, en vista de sus resultados, demostró como el régimen de verificación incluido en el tratado fue el mas estricto de la historia de control de armamento nuclear.

La crisis de Cuba (1962)

Para comenzar el relato de la gestación y firma del Tratado INF de 1987 debemos remontarnos en el tiempo hasta la famosa crisis de los misiles cubanos de 1962.

Cuando la URSS decidió poner en marcha la “Operación Anádir” e instalar misiles de rango medio en Cuba, trataba de subsanar la desigualdad estratégica con respecto a EE.UU. En aquellos momentos, la URSS apenas disponía de una docena de ICBMS capaces de alcanzar territorio estadounidense desde la URSS; por tanto, el objetivo era situar suficiente capacidad de fuego para alcanzar la mayor parte de las ciudades estadounidenses.

La URSS emplazó en Cuba hasta 42 misiles R-12 (2000 kms de alcance) que serían capaces de atacar cualquier blanco en territorio estadounidense al sur de Nueva York.

Ante la crisis, los halcones militares estadounidenses estaban dispuestos a barrer Cuba mediante una ataque nuclear preventivo y una posterior invasión de la isla, que se vería acompañado si era necesario de una ofensiva nuclear masiva sobre las principales ciudades de la URSS. Por su parte, los soviéticos desplazaron cuatro submarinos al Caribe armados con torpedos nucleares con las mismas órdenes que el resto de fuerzas soviéticas desplegadas en Cuba; proteger la isla a toda costa aún haciendo uso de sus armas nucleares si era preciso.


Lo cierto es que la invasión y el desencadenamiento de una guerra nuclear total sólo se detuvieron cuando el presidente Kennedy pidió a sus generales que le garantizaran que ninguna ciudad estadounidense se vería atacada por la URSS, además de terminar de convencerse de que perderían Berlín occidental en cuestión de horas.

La respuesta del alto mando fue inequívoca; no existía ninguna garantía.

Sólo después de aquello llegó la propuesta secreta de negociación de Jruschev para la retirada soviética que sirvió de salvavidas al presidente estadounidense. Kennedy aceptó las condiciones de no invadir Cuba ni apoyar grupo alguno con esa intención, a la par que retiraría sus misiles balísticos de alcance medio PGM-19 Júpiter de Turquía, lo que no fue hecho público hasta que se llevó a cabo seis meses después para no comprometer la imagen pública de JFK.

En perspectiva, muchos generales y políticos estadounidenses demostraron en aquél momento un alto grado de irresponsabilidad, no pareciendo percibir el enorme riesgo que el mundo entero estaba corriendo al jugar con fuego aún siendo conscientes de su propia vulnerabilidad.

Casi 60 años después, nos encontramos ante una situación que guarda algunas similitudes pero que cuenta con un factor de riesgo añadido como es una élite política y militar estadounidense que no vivió la época de la disuasión nuclear y cree firmemente en el destructivo concepto de la “guerra nuclear limitada” o el “golpe nuclear preventivo”, descritos en su doctrina militar.

Situación en Europa

Mientras sucedía esto en Cuba, en Europa occidental se encontraban desplegados los misiles estadounidenses MGM 31 Pershing, misiles balísticos nucleares de medio alcance y desplegados en bases militares de países aliados desde 1963, incluidos Italia o Turquía. Estos misiles fueron concebidos como un arma táctica nuclear empleable en caso de una hipotética invasión de Europa occidental por parte del Pacto de Varsovia.

Con un alcance de casi 1400 kilómetros, estos misiles se encuadraban dentro la doctrina estadounidense de la época con respecto a una “guerra nuclear limitada” y circunscrita a Europa, sin el uso de ICBMs y, por tanto, sin llegar a alcanzar de manera directa suelo soviético o estadounidense

Sin embargo, hacia mediados de 1970, la Unión Soviética había alcanzado ya la paridad estratégica con Estados Unidos y poco después empezó a reemplazar sus viejos misiles SS-4 y SS-5 con un nuevo misil de rango intermedio (IRBM), el RSD-10 Pioneer (SS-20 Saber en denominación OTAN ) con un alcance efectivo de 5500 kilómetros.

Según el relato occidental, que como vencedor de la Guerra Fría ha impuesto su versión, EE.UU emprendió entonces una doble vía para contrarrestar esta situación; negociar con la URSS para reducir las fuerzas nucleares de rango intermedio, mientras por otra parte decidía instalar en Europa occidental sus nuevos misiles.

En diciembre de 1979, EE.UU desplegó 572 nuevos misiles nucleares en Europa occidental: 108 misiles Pershing II y 464 misiles de crucero con base en tierra. Se situaron en Reino Unido, Alemania Occidental, Italia, Países Bajos y Bélgica. En ese momento (1979) el Pacto de Varsovia tenía catorce sitios de lanzamiento SS-20 seleccionados, con uno operativo, según las estimaciones de la OTAN.

Pero lo cierto es que fue la Unión Soviética quién acordó iniciar negociaciones sobre las fuerzas nucleares de alcance intermedio (6), que comenzaron de facto en Ginebra en octubre de 1980.

En febrero de 1982, la primera propuesta de los negociadores estadounidenses fue la denominada “Opción Cero”, básicamente consistente en la prohibición global de misiles de alcance intermedio y corto.

 La URSS, aún bajo el liderazgo de Brezhnev, se negó a aceptarlo.

La URSS propuso entonces limitar el número de misiles de corto y medio alcance, incluyendo también el número de aviones desplegados en Europa.

Fue rechazada esta proposición puesto que EE.UU no aceptaría retirar aviones de Europa ni dejar de desplegar sus misiles : reclamaban "derechos y límites iguales" que posibilitaran a EE. UU igualar los despliegues de los misiles SS-20 soviéticos.

Entre 1981 y 1983, los negociadores estadounidenses y soviéticos realizaron otras seis rondas de conversaciones que no aportaron soluciones y bloquearon la situación.

A principios de 1983, los negociadores estadounidenses volvieron a insistir en que sólo aceptarían derechos y límites iguales para los Estados Unidos y la Unión Soviética, con dichos límites válidos en todo el mundo pero excluyendo los sistemas de misiles británicos y franceses, cosa que evidentemente no pudo aceptar la URSS.

Todo este proceso, poco fructífero, quedó arruinado cuando, en noviembre de 1983, eran desplegados los primeros misiles estadounidenses Pershing II en Alemania occidental; la Unión Soviética había prometido anteriormente abandonar las negociaciones si eso llegaba a suceder.

La Historiografía occidental atribuye al quehacer de la primera ministra Margaret Thatcher la reanudación del diálogo con la URSS en 1986 y 1987; lo cierto, es que las iniciativas partieron desde Moscú, esta vez de la mano del ya máximo dirigente soviético, Mijaíl Gorbachov.

Fue en enero de 1986 cuando Gorbachov anunció una propuesta soviética de total desnuclearización para el año 2000, incluyéndose por supuesto la desaparición de misiles de corto y medio alcance en Europa. EE.UU rechazó la propuesta e impuso su contrapropuesta; reducción gradual de los misiles de corto y medio alcance en Europa y Asia, poniendo como fecha tope 1989 para su total desaparición, sumado a que no se aplicarían restricciones para las fuerzas nucleares de terceros países.

Dado que este último punto se enfocaba claramente sobre las fuerzas nucleares franco-británicas ( ningún aliado de Moscú en Europa disponía de tales capacidades), es lícito concluir que se trató de una nueva concesión se Gorbachov ante Occidente sin recibir ninguna contraprestación a cambio.

Claudicación de Gorbachov

Este momento ha sido interpretado por muchos como el “fin de la Guerra Fría”, pero realmente simboliza la claudicación de la URSS de la mano de Mijaíl Gorbachov, el impulsor de la perestroika y el glasnost.

En efecto, lo que Gorbachov hizo no fue sino retirar de manera unilateral a la URSS de la Guerra Fría ante el asombro de los EE.UU.

Como supuesto hombre de paz, ningún presidente de la URSS alcanzaría jamás la popularidad adquirida por Gorbachov en Occidente mientras que, en 1988, Reagan declaraba en Moscú ( sólo cinco años después de haber acuñado el término “imperio del mal” para referirse a la URSS por primera vez ) que ya no pensaba que eso fuera así y que cuando él había usado ese término durante la época de Yuri Andrópov se trataba de una “era diferente”.

De hecho en aquella visita de Reagan a Moscú se iniciaron las negociaciones START (Strategic Arms Reduction Talks), consolidadas en julio de 1991 con la firma del Tratado START ya bajo la presidencia de George H.W.Bush y en la que se ha dado en considerar como la primera cumbre de la "posguerra fría".

También era Gorbachov quien, en diciembre de 1988 y ante las Naciones Unidas, anunciaba una reducción unilateral de 500.000 hombres en las fuerzas armadas soviéticas y la retirada de tropas de Europa Oriental; estos movimientos serian ratificados por el tratado firmado en Ottawa en febrero de 1990 entre la OTAN y el Pacto de Varsovia.

Gorbachov seguía cediendo ante Occidente, en la mayor parte de los casos, de manera unilateral, sorprendente e innecesaria.

En política exterior, Gorbachov fue retirando el apoyo militar y económico a los tradicionales aliados soviéticos; Nicaragua, Cuba, Angola, Mozambique, Etiopía o Vietnam. Unos meses antes, un 8 de febrero de 1988, la URSS se comprometía a retirar sus tropas de Afganistán, haciendo efectiva su retirada el 15 de febrero de 1989, con las dramáticas consecuencias posteriores para aquel país, para toda la región y para todo el mundo derivadas de la victoria yihadista en Afganistán y que siguen siendo arrastradas hasta día de hoy.

El acto final se producía en noviembre de 1990 cuando 28 países de Europa Occidental y Oriental, encabezados por EEUU y la URSS, firmaban en París el Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE) con el supuesto objetivo de equilibrar en Europa las fuerzas convencionales de los dos bloques militares en el nivel más bajo posible. Entró en vigor el 9 de noviembre de 1992.

Otra nueva concesión soviética, pues, como los anteriores tratados, únicamente favorecía a unas fuerzas de la OTAN numéricamente inferiores en efectivos y equipos militares convencionales presentes en Europa.

Con ello, la URSS cedía definitivamente (7) ante EE.UU y la OTAN, procediendo a destruir más de 100.000 piezas de equipamiento militar convencional (en marzo de 2015, Rusia abandonaba definitivamente este tratado).

NOTAS:
(7) Jean Meyer, “Rusia y sus imperios”, 2007.

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